La Revolucion de HaitÍ y la InsurrecciÓn de los esclavos (1791-1804)
[Introducción] Haití es un país del Caribe, situado en la parte occidental de la isla La Española, fatídico lugar al que arribara Colón en su primer viaje a América. Es aquí donde comienza la historia de esclavización y exterminio de los nativos americanos. En 1496 Bartolomé Colón, hermano de Cristóbal, fundó la ciudad de Santo Domingo en la parte oriental de la isla, que tuvo que ser refundada en 1502, a causa de un huracán que la destruyó. En los años siguientes, España comenzó con la tarea de extinción de los nativos de la isla, los taínos, mediante aquella forma de esclavitud llamada encomienda. El grado de explotación, sumado a las enfermedades europeas, fue tan grande que, en pocos años y de forma progresiva, los indígenas fueron sustituidos por esclavos negros. De 1522 data la primera rebelión de esclavos de la isla, iniciada en una hacienda de Diego Colón, hijo del “descubridor”. Tres años antes se había iniciado una importante sublevación de indígenas contra la opresión española, al mando del cacique Enriquillo, que sirvió de ejemplo a otros líderes indígenas como Tamayo y Ciguayo. En 1533, luego de la mediación del dominico fray Bartolomé de Las Casas, el emperador Carlos V aseguró la libertad y autonomía de los insurgentes en un sector de las islas. Es importante señalar que Bartolomé de Las Casas, el gran defensor de los indios, llegó a plantear a la Corona española la sustitución de éstos por esclavos traídos de África. Esta postura del más “liberal” de los ideólogos de la Iglesia no hace más que confirmar tanto el rol ancilar de la Iglesia Católica frente al poder político de la Corona, como su papel encubridor de la realidad social.
A mediados del siglo XVI, la isla fue abandonada por los invasores españoles que emigraron hacia el continente. En el siglo XVII, la parte occidental de la isla fue ocupada por aventureros y piratas franceses, que aceptaban sólo muy nominalmente la soberanía de su monarca. Éste logra imponerse, sin embargo, hacia 1665 cuando nombra un gobernador. En 1697 se firmó la paz de Ryswick, que ponía fin a la guerra de la Liga de Augsburgo entre la Francia de Luis XIV y la Gran Alianza, conformada por Inglaterra, España, los Países Bajos y el Sacro Imperio Romano Germánico. Mediante este tratado, la parte occidental de La Española fue cedida por España a Francia pasando a denominarse Saint Domingue, es decir, Santo Domingo, el actual Haití. El resto de la isla, lo que hoy corresponde a República Dominicana, también fue llamada Santo Domingo por los españoles. Finalizando el siglo XVII, con la eliminación de la piratería y la firma de la paz de Utrecht (1715), que ponía fin a la Guerra de Sucesión española, los primeros habitantes se transformaron en colonos propietarios. Los menos afortunados se dedicaron a una agricultura de quema de bosques. La necesidad de mano de obra obligó a importar de Europa sirvientes blancos contratados, generalmente por tres años, los engagés, quienes son explotados casi como esclavos y que, al quedar libres, pasan, por lo general, a formar parte de las clases más bajas.
Económicamente, como todas las colonias americanas, Santo Domingo cumplía el papel de abastecedora de productos agrícolas. Los franceses desarrollaron en su territorio una floreciente economía basada en las plantaciones y en un activo comercio, mientras que la zona española, donde se evitaba el comercio y se mostraba poco interés hacia el mismo por parte de las autoridades administrativas, decayó. En la parte francesa, el primer cultivo fue el del tabaco, reemplazado luego por el índigo y el cacao, pero siempre en pequeña escala, lo que dió origen a una especie de campesinado medio. La importación de esclavos comienza, de manera importante, recién en el siglo XVIII con el cultivo del azúcar y la llegada de inversionistas franceses. La pequeña nobleza o burguesía francesa poco a poco van acumulando las tierras cultivables, ya sea mediante la compra o el desalojo. La gran concentración de capital que exige el cultivo del azúcar a gran escala produce dos efectos importantes. Por un lado, el pequeño cultivador cae en la miseria, no pudiendo competir con los bajos costos de la producción de los latifundios. Por otro lado, los engagés son reemplazados por esclavos negros, puesto que el gran capital precisaba de una mano de obra permanente y estable que sólo la compra de esclavos podía facilitar. En asalariados no podía pensarse porque aún no existían las condiciones materiales que obligaran a una persona a vender su fuerza de trabajo como única posibilidad de subsistencia. Como ejemplo de esto podemos señalar que no toda la tierra cultivable estaba en manos privadas. Siendo así, los desplazados del capital podían vivir aún de sus propios medios.
A mediados del siglo XVIII comienza el cultivo fuerte de café, sin abandonar el azúcar, que producía enormes ganancias. Más modestas son las plantaciones de algodón y tabaco. Para 1789, el azúcar de Haití se exportaba a toda Europa, excepto a Gran Bretaña, que protegía la producción de sus colonias. Con respecto al café, podemos decir que Santo Domingo era casi el único proveedor mundial. Las Antillas dependían de las importaciones, ya que recibían sus alimentos de afuera para no malgastar las tierras fértiles, que dedicaban a los cultivos más rentables. Por este motivo, las épocas de guerra las volvía muy vulnerables.
En cuanto a la provisión de esclavos, era enorme y estaba en gran medida en manos inglesas, pues la marina mercante francesa no daba a basto. De 10.000 esclavos africanos que se importaban en 1770 se pasó a 40.000 para fines de la década del ’80. Recordemos que estamos en el llamado “Siglo de las luces” y que la Europa Occidental empezaba a esbozar algunas ideas sobre la igualdad de los hombres, pero, claro está, la tiranía de la economía podía más que los ideales humanitarios. Recién prenderían estas ideas cuando los nuevos liberales comprendieran que el libre mercado del trabajo podía explotar mejor a los trabajadores que el régimen esclavista. Pero, para esto, faltarían varios años
En 1777, por el Tratado de Aranjuez, se fijaron nuevos límites entre los dominios español y francés de la isla. Pero en 1795, España finalmente entregó la totalidad de La Española a Francia por el Tratado de Basilea. Retrocedamos, primero, algunos años.
[La Revolución francesa y sus repercusiones en las colonias] Francia e Inglaterra constituían las dos potencias económicas más grandes del mundo para fines del siglo XVIII. La sociedad inglesa había iniciado ya el despegue hacia la forma capitalista de la gran industria con la “Revolución industrial”. En Francia, como dice Hobsbawm, “el conflicto entre la armazón oficial y los inconmovibles intereses del antiguo régimen y la ascensión de las nuevas fuerzas sociales era más agudo que en cualquier otro sitio”[1]. Esto se reflejó en las pugnas entre el Parlamento de París y la monarquía. En 1787 había comenzado en Francia el malestar popular que desembocaría en la toma de la Bastilla. La monarquía, en conflicto con el Parlamento parisino, había obligado a éste a exilarse fuera de la capital. Al volver a París, el pueblo lo recibe con grandes tumultos. La situación se agrava y las autoridades se ven obligadas a convocar los Estados Generales para 1789. Posteriormente, se proclama una Asamblea Nacional Constituyente. Este año se realizan las elecciones de los representantes. En la colonia, aunque sin autorización de la metrópoli, los nobles realizan elecciones y mandan sus representantes a París. En la reunión del Juego de la Pelota (junio de 1789) son aceptados y empiezan a tener participación en las polémicas de la época.
La colonia francesa de Santo Domingo estaba dividida administrativamente en tres grandes zonas: El Norte, donde se concentraban los intereses comerciales; el Sur, mucho más pobre; y el Oeste, de características similares a las del Sur. Para el período revolucionario, los colonos blancos propietarios erigen una Asamblea Colonial compuesta de tres Asambleas Provinciales, a su vez constituidas por pequeños cuerpos municipales. Las Asambleas, a excepción de la del Norte, estaban dominadas por los plantadores residentes, en pugna con el gobierno militar de la colonia. El Norte permanecía como el único baluarte de las autoridades de la isla. Dice Di Tella: “La línea de tensión corría, por lo tanto, entre un Norte moderado, constitucionalista pero bien dispuesto hacia el gobierno de la monarquía, decidido a mantener los vínculos con la metrópoli, y un Oeste más irritado en la defensa de sus derechos, buscando una autonomía difícilmente distinguible de la independencia”[2].
La Asamblea Colonial, reunida en Saint Marc, se declara Asamblea General de la Parte Francesa de Santo Domingo, abandonando el denominativo de colonial, que era ilegal. Las pretensiones implícitas en este apelativo señalan un intento de constituirse como nación autónoma bajo el dominio de un imperio francés. El objetivo práctico de esta medida era adelantarse al otorgamiento del derecho de voto a los mulatos y la posible abolición de la esclavitud, hechos que perjudicarían los intereses económicos de los grandes propietarios. La Asamblea de Saint Marc sanciona en 1790 unas Bases para la Constitución de Santo Domingo que, para guardar las formas, eleva a la Constituyente Francesa. Las pretensiones autonomistas de las bases hacen pensar en una “virtual declaración de independencia”[3] como señala Di Tella. En realidad, unos meses antes, los representantes de la colonia en Francia habían logrado que la Asamblea francesa firmara un decreto, según el cual las colonias podían dictarse sus propias leyes. Por ese entonces, la Asamblea Nacional dictó unas Instrucciones, en la que se aclaraba cómo debían llevarse a cabo las elecciones: podían votar las personas propietarias mayores de 25 años. La Asamblea de Saint Marc, en Santo Domingo, interpreta que los hombres de color no son “personas” en el sentido jurídico del término. Resulta curioso observar que, en Francia, un asambleísta había pedido que se especificara quiénes debían ser considerados “personas” y se le respondió que “era ridículo y hasta ofensivo hacer estas aclaraciones en el siglo de las luces”[4].
Desde 1789, “los mulatos habían comenzado a agitarse, haciendo reuniones y pidiendo representación. En varios casos fueron linchados, en otros, reprimidos más legalmente”[5]. Plantadores, comerciantes y los miembros de la Asamblea del Norte coincidían en negarse a aceptar los pedidos de los mulatos y, esto ni siquiera pasaba por sus cabezas, atender a las necesidades de los negros.
El gobernador de Santo Domingo decide, en 1790, frenar el camino hacia la rebelión iniciado por la Asamblea de Saint Marc. Luego de algunos enfrentamientos armados y varios muertos, los miembros de la Asamblea consiguen asilo en un barco con destino a Francia, el Léopard, para argumentar su caso ante la Asamble Contituyente.
En la colonia se venían prefigurando dos sectores influyentes: los leopardinos, o partidarios de la revolución francesa, pero con matices locales; y el grupo de los oficialistas, formado por el gobierno, el ejército y algunos comerciantes y miembros del foro. Los leopardinos se fueron radicalizando, lo que los llevó a buscar una alianza con los blancos pobres o petits blancs. De este último sector surgieron una serie de líderes claramente demagógicos. Los oficialistas estaban perdiendo al sector de los blancos pobres, quienes se acercaban al sector revolucionario. El ejército realista estaba formado en gran parte por petits blanc, pero su número era escaso. Fue entonces que intentaron granjearse el apoyo de los mulatos. Esto significaba una jugada peligrosa, porque los pocos beneficios con que contaban los blancos pobres se los debían a su superioridad social frente a los negros y mulatos. Esta medida podía significar para los realistas, quedarse sin los unos ni los otros.
El pacto no era sencillo, porque un sector de mulatos estaba dispuesto a hacer valer sus derechos como “personas” y exigir su participación en las asambleas locales. Uno de sus líderes era Vincent Ogé, un mulato rico, educado en Francia. Ogé se dirigió a Santo Domingo, donde consiguió el apoyo de algunos mulatos, y envió al gobernador una intimación a cumplir con la inclusión de los mulatos en la toma de decisiones. El gobierno decidió reprimir a ese sector de mulatos revoltosos. Vincent Ogé fue condenado a muerte, previa tortura que le destrozó los miembros. Desde entonces se convertiría en el mártir de los mulatos. Este hecho complicaría, en adelante, todo intento de coptación de este sector por parte del gobierno militar.
Mientras tanto, los leopardinos que habían viajado a Francia para conseguir apoyo de la Asamblea Constituyente, no lo consiguen y, en cambio, son detenidos. La Asamblea instó a las colonias a celebrar elecciones, nuevamente sin pronunciarse por la condición de los mulatos. Las presiones de los colonos obligaron al gobernador a celebrar elecciones, que se efectuaron con la sola participación de los blancos.
En 1791, una flota que traía fuerzas de apoyo para los oficialistas sufre un motín. Los marineros y la tropa se sublevan y se unen a los petits blancs. Las fuerzas oficialistas son vencidas y Blanchelande, el nuevo gobernador de Santo Domingo, huye. Los amotinados forman grupos armados con el nombre de filibusteros. Los petits blancs han sido ganados masivamente para la causa “democrática” de Saint Marc, comandada por los plantadores “criollos”, es decir, residentes en la isla. Los oficialistas, ahora algo más constitucionalistas, se han ganado el apoyo de los mulatos, salvo su sector extremista. Los comerciantes y plantadores ausentistas, esto es, residentes en Francia, están del lado oficialista, pero éstos últimos no apoyan el reformismo del gobierno militar. Los leopardinos persiguen una radical autonomía para la isla, buscando apoyo en los sectores franceses más extremos, incluso entre los jacobinos. Los comerciantes siguen el espíritu reformista de los girondinos y los plantadores ausentistas formaban parte de la derecha del Club Massiac, reticentes a todo cambio y defensores del orden de explotación vigente. Este club surgió como reacción a la “Sociedad de Amigos de los Negros”, que pretendían acabar con la esclavitud.
El 15 de mayo de 1791 la Asamblea francesa otorgó a los mulatos que fueran hijos de padre y madre libre iguales derechos políticos que a los blancos. Los diputados de las colonias francesas se retiraron de las sesiones considerando antinacional la medida. Sabían que significaba un primer paso hacia la eliminación de las diferencias de color y, si no hacia la abolición de la esclavitud, sí por lo menos hacia la obligación de ejercer un mejor trato con los negros, decisión que podría ser ruinosa para la industria azucarera. Cuando llegaron las noticias extraoficiales de este decreto, los blancos se agitaron. El partido de Saint Marc intentó buscar apoyo inglés pero no lo consiguió. Inglaterra aún no estaba en guerra con Francia.
Blanchelande, nuevamente en el poder, se apresura a llamar a elecciones antes de que llegara la noticia oficial de la participación de los mulatos en la votación. El oficialismo se impone en el Norte y la oposición “patriota” de Saint Marc, en el resto de la colonia. El 1º de agosto de 1791 se celebraron reuniones de la Asamblea General, en la que ambas facciones estaban equilibradas. Reaccionarios y revolucionarios burgueses se oponían a la inclusión de la gente de color. Ambos sectores cuidaban sus intereses de clase, que eran incompatibles con la libertad de toda la población.
El sector “realista” de los plantadores, que ven cada vez más al gobierno francés como ilegítimo, están dispuestos a aliarse con los mulatos. Éstos, por su parte, han formado un Consejo ilegal y amenazan con tomar las armas en defensa propia. Mientras tanto reclutan tropas, incluyendo algunos esclavos. En el Oeste se produce un enfrentamiento semiarmado. De un lado están los del partido de Saint Marc y los petits blancs, con el apoyo de los plantadores residentes, y del otro, los mulatos, plantadores ausentistas y los sectores realistas y moderados del gobierno.
La situación en Francia era bastante compleja. El rey Luis XVI había sido detenido por el gobierno revolucionario cuando intentaba huir y la nobleza había sido abolida. Algunos aristócratas habían sido ahorcados después de un complot antirrevolucionario y se impusieron un importante número de restricciones al poder de la Iglesia católica mediante una serie de artículos denominados "Constitución civil del clero", el más importante de los cuales demandaba la confiscación de los bienes eclesiásticos. Por otro lado, Leopoldo II, emperador de Alemania y rey de Austria había llamado a los monarcas de Europa a solidarizarse con el rey francés, y ya se adivinaba el conflicto bélico que estallaría al año siguiente entre Alemania y Francia.
Para comprender los sucesos que se desarrollarán en la isla, a partir de entonces, convendrá señalar sus principales actores:
1. El gobierno, con Blanchelande a la cabeza, exponente de la mentalidad del Ancien Régime, simpatizaba con el rey.
2. Los emigrados de Francia en América, posiblemente en la parte española de la isla, estaban dispuestos a que estallara una rebelión en las colonias para poner en jaque al gobierno revolucionario francés.
3. Los comerciantes y otros sectores civiles seguían al gobierno francés, mientras éste no se alejara de un curso moderado.
4. Los plantadores blancos residentes, ligados al partido de Saint Marc, seguían una posición autonomista. Buscaban el apoyo de alguna potencia extranjera como Inglaterra o Estados Unidos y deseaban atraerse a los pequeños blancos.
5. Los mulatos sentían mayor simpatía con el gobierno revolucionario francés, proclive a reivindicar sus derechos.
6. Finalmente, los esclavos, que estaban gravemente afectados por los acontecimientos. Ya habían participado en alguna insurrección y en su seno empezaban a surgir algunos líderes sin ninguna experiencia política previa.
[La rebelión de esclavos] El 11 de agosto de 1791 una plantación en Limbé, en el Norte de Santo Domingo, fue incendiada por sus esclavos. La sublevación fue aplacada rápidamente. Tres días después se realizó una reunión de esclavos, sobre todo capataces de cuadrillas, dirigida por uno de origen jamaiquino, Boukman, con cierta fama como cultor del vudú. En la reunión corrió la falsa noticia de que el rey había decidido otorgar tres días libres por semana a los esclavos para que trabajaran en sus propias tierras, por lo que sus representantes lo habían apresado. Se anunciaba también que algunas tropas del rey estaban por llegar a la isla para asegurar la aplicación de las nuevas medidas, y que era de esperar que los plantadores les ofrecieran resistencia. Por este motivo era necesario sublevarse para contrarrestar esta posibilidad. Blanchelande se enteró de la reunión por las declaraciones de un participante, pero no dió mucho crédito al rumor, más preocupado por los motines de mulatos. Sólo se tomaron ciertas medidas de seguridad interna. El 22 de agosto comenzó el movimiento y pronto se descontroló. Esa misma noche, y los días siguientes, ardieron numerosas plantaciones del Norte de la isla y muchos blancos fueron asesinados. El gobierno se limitó a defenderse. Los colonos blancos eran poco avezados en el manejo de las armas y darles un rol militar más activo a las milicias de mulatos era buscarse problemas. Finalmente, los pequeños blancos estaban del lado del partido de Saint Marc. Por la pasividad del gobernador se corrió el rumor de que estaba implicado en un complot contrarrevolucionario. Di Tella se inclina por la tesis de la presencia de un complot de los emigrados, que contaba con la simpatía y la pasividad del gobernador Blanchelande y el ejército.
Finalmente, los negros lograron dominar toda la planicie del Norte y adoptaron los símbolos realistas. Un par de meses de iniciada, la rebelión contaba con un nuevo líder: Toussaint Louverture. Toussaint había nacido esclavo. Su función de capataz y cochero lo había puesto en estrechas relaciones con el administrador de la propiedad, quien le había dado la libertad en 1776 y la posibilidad de manejar una pequeña plantación arrendada con una docena de esclavos. Había sido adoctrinado en la fe católica y se había vuelto, según decían quienes no lo querían, un “chupacirios”. Durante el inicio de la rebelión ayudó a escapar a los Estados unidos a la familia del administrador.
Tres meses después de iniciada la insurrección, hacia noviembre de 1791, llegan a la isla tres comisionados de la Asamblea francesa para calmar la rebelión. Los comisionados inician las negociaciones con los jefes negros. Éstos primeramente piden 300 libertades para deponer las armas, que luego reducen a 50. Cuando están listos para llegar a un acuerdo, los “duros” de la Asamblea colonial hacen fracasar las gestiones, en las que participa activamente Toussaint. El impacto de la rebelión genera diversas alianzas entre los distintos sectores para defenderse de la amenaza de los esclavos. Recordemos que el número de esclavos negros en la isla era casi diez veces mayor que la cifra de blancos. Los mulatos del Oeste firman un acuerdo con los realistas, quienes se comprometen a aceptar la legislación francesa sobre la condición política de los hombres de color. Los plantadores o blancos populistas no aceptan el acuerdo, confiados en que el levantamiento de esclavos se aplacará rápidamente, y se enfrentan por las armas a la nueva facción de realistas y mulatos. Aquellos son vencidos y firman el acuerdo, que se romperá muy pronto.
Llegan nuevas noticias de Francia que complicarán el panorama colonial: los asambleístas franceses anulan los derechos de los mulatos a participar en las votaciones, dejando la decisión en manos de las colonias, entendiendo que esta medida había influido en la insurrección de los esclavos. También se sabe que el gobierno revolucionario ha mandado tropas. Ante estas noticias, la línea “dura” de los colonos se consolida y se apodera del gobierno de Port au Prince, expulsando a los “Confederados”, es decir, realistas y mulatos. Los sectores más pobres de los blancos, aprovechan la confusión para saquear los negocios de los comerciantes y la ciudad termina incendiada. “Se da rienda suelta al odio de la población blanca pobre contra los comerciantes de Bordeaux a quienes se considera blandos hacia los mulatos, y además explotadores de los plantadores”[6].
El gobernador Blanchelande se encuentra en un verdadero aprieto. El Oeste, pretendidamente ultrarrevolucionario, manejado por demagogos de semejanzas jacobinas, está orientado hacia la independencia y a resistir toda concesión hecha a los mulatos. La rebelión del Norte complica tomar medidas en el Oeste. Promediando 1972, la insurrección del Norte está más circunscripta, por lo que Blanchelande decide actuar. La Asamblea francesa había readoptado los derechos de los mulatos, argumentando que ha sido engañada por algunos coloniales. Esto le permite contar al gobernador con los nuevos ciudadanos. Con la ayuda de los “Confederados” doblega a los rebeldes del Oeste. Asume el mando y delega las funciones locales, no sin antes rendir un homenaje a Luis XV y XVI. Éste es un acto riesgoso en la época: al mes siguiente el rey sería derrocado y encarcelado. “Por tercera vez se reimpone el del Ancien Régime, pero esta será la última. Ahora hay una seria fisura en su coraza, la rebelión negra del Norte, circunscripta pero vigente; además hay muchas sospechas de que existe complicidad entre el gobierno legal de la colonia y la emigración, y que por eso no se reprime más firmemente a los esclavos insurgentes”[7].
Desde Francia, se pensó en enviar una nueva comisión, pero esta vez con poderes ejecutivos. Sonthonax y Polverel, ambos ligados a los girondinos, llegan a Le Cap en julio de 1792. Hacia fines de setiembre llega la noticia del derrocamiento del rey. En octubre, Sonthonax y Polverel disuelven las asambleas de Santo Domingo por no haber sido electas con la participación de los mulatos. Por el momento nombran una Comisión Intermedia, apresan a Blanchelande y a otros militares y son enviados a Francia. Se los acusa de ser cómplices en la rebelión de esclavos. Sonthonax asegura el respeto de las propiedades de los colonos, agregando que si alguien propusiera la abolición de la esclavitud, él sería el primero en combatirlo. Con este giro político, los realistas se acercan a los emigrados; los mulatos simpatizan con el nuevo régimen; los comerciantes estarán tranquilos mientras se mantengan las vinculaciones comerciales con la metrópoli; y, finalmente entre los plantadores la desconfianza cunde y aumentan sus deseos de independencia. Los plantadores que residían en Francia se encaminaban a la emigración y la contrarrevolución, mientras que los criollos optaban por el republicanismo, la independencia y una postura demagógica para con los blancos pobres. Mientras tanto continuaba el levantamiento de los esclavos en el Norte, al que se habían agregado algunos focos en el Sur.
Los comisionados contaban con todo el poder formal, pero debían buscar aliados, porque algunos miembros de las tropas empezaban a frecuentar los clubes de Saint Marc, de filiación jacobina, es decir del autoritarismo más exacerbado de la izquierda. Sonthonax y Polverel buscan entonces aliarse con los mulatos y los “clubistas”, quienes, al parecer de ellos, formaban parte de los sans culottes de las Antillas, aunque esta posición correspondía en las colonias a los esclavos. La estrategia de los comisionados frente a los esclavos era de “lucha activa contra los rebeldes, unida a vagas promesas de ocuparse de mejorar las condiciones de trabajo”[8].
En diciembre de 1792 Sonthonax nombra jefes de milicias a algunos mulatos, hecho que provoca un levantamiento de los blancos. El gobierno los reprime y expulsa a sus líderes. Otro proceso similar ocurre unas semanas más tarde.
Mientras tanto, en el ejército que lucha contra los esclavos comienzan las deserciones y rendiciones ante los negros o los españoles, unidos formalmente en marzo de 1793 al entrar España a la guerra contra Francia. En enero había sido guillotinado Luis XVI, dando comienzo a la República, Francia había declarado la guerra a Gran Bretaña y se preparaban las condiciones para el período conocido como el Reinado del Terror jacobino, de algunos meses después.
Los comicionados daban por perdidos sus intentos de pactar con los “clubistas” de Saint Marc, por lo que intentan un acercamiento con los negros. Uno de los jefes insurgentes, Macaya, le contesta: “Yo no estoy dispuesto a tratar con regicidas, pues soy súbdito de tres reyes, los de Francia, España y el Congo. Cuando los franceses vuelvan a darse un monarca, se podrá negociar”[9]. En junio de 1793 llega a Le Cap el nuevo gobernador, Galbaud. De inmediato entra en conflicto con Sonthonax que, haciendo uso de sus atribuciones, lo destituye. Galbaud realiza un desembarco armado con apoyo de los clubistas. La facción de Saint Marc acusa a los comisionados de ser girondinos —recordemos que los girondinos habían sido ejecutados durante el Reinado del Terror de los jacobinos, aún vigente en Francia—. Galbaud ocupa Le Cap y Sonthonax intenta la reconquista de la ciudad. La confusión ha permitido que escaparan varios centenares de negros presos, vinculados a los insurgentes. Sonthonax promete la libertad a los esclavos que se unieran a sus tropas. Es así como un grupo de esclavos insurgentes, dirigidos por dos jefes menores, Pierrot y Macaya, expulsan a Galbaud. Los otros líderes negros, Jean Francois, Biassou y Louverture, todos aliados de España contra Francia, le dicen a Sonthonax: “derramaremos hasta la última gota de sangre en la defensa de los Borbones, a los cuales hemos prometido inviolable fidelidad hasta la muerte”[10]. Sonthonax intenta una medida desesperada para granjearse el apoyo de los negros y, violando su promesa, declara la abolición de la esclavitud en agosto de 1793, sustituyéndola por un régimen de trabajo forzoso. Polverel, que hace un tiempo está en el Oeste, se ve obligado a imitarlo. Sin embargo, los negros insurgentes aún se negaban a deponer las armas. Según algunos, porque no confiaban en la medida y esperaban a que la Convención la ratificase. De hecho, en 1794, la Convención confirma la abolición de la esclavitud y Louverture decide pasarse del lado español al francés, no así los otros dos líderes. Cabe mencionar que la Convención decide la abolición de la esclavitud por influencia de Danton, partidario de llegar a un acuerdo entre jacobinos y girondinos, y no de Robespierre. Un grupo de plantadores residentes en Francia se habían acercado de hecho a Robespierre, y participarían del movimiento que lleva a Danton a la guillotina en 1794. Sonthonax y Polverel son llamados de Francia para que justifiquen su conducta, luego de una denuncia presentada por los plantadores ausentistas. Polverel muere en el proceso y Sonthonax, absuelto, vuelve a la isla para seguir conduciendo el proceso de liberación de los esclavos, del que se sentía iniciador.
Posteriormente los ingleses invaden la isla por el Oeste y son aclamados como libertadores por los plantadores blancos y algunos mulatos. Pero, sin embargo otros mulatos, y la mayoría de sus líderes, siguen fieles al gobierno francés. La conversión de Toussaint Louverture había arrastrado a la mayoría negra, y transformado en jefe militar del ejército republicano, consigue después de cuatro años de lucha expulsar a los invasores ingleses. Los ingleses habían intentado reestablecer la esclavitud en la isla.
[Desarrollo ulterior] Toussaint Louverture, al servicio de la República Francesa, pronto accedió a las máximas posiciones, llegando a ser comandante en jefe de las fuerzas francesas y teniente de gobernador. Para asegurar la continuidad de la producción estableció el sistema de trabajo obligado, una nueva forma de esclavitud. En 1799 estalló una guerra civil entre Louverture y Rigaud, jefe de los mulatos del Oeste. Louverture vence y, en 1801, hace proclamar una Constitución local para la isla, luego de haber anexado la parte española, otorgándose a sí mismo el poder vitalicio y desplazando a los franceses de la isla, pero sin declarar la independencia. Con el acceso al poder de Napoleón, Francia intenta la reconquista de Santo Domingo en 1802. Louverture es apresado y enviado a Francia, donde muere al año siguiente. Mientras, las enfermedades y la resistencia negra terminan con el ejército francés. El 1º de enero de 1804 el jefe negro victorioso, Dessalines, declara la independencia de Haití, y al poco tiempo asume el título de emperador.
[Conclusión] Intentar rehacer la historia de los movimientos sociales centrándose en los verdaderos sujetos de los cambios sociales, esto es, los sujetos colectivos, y no en los principales dirigentes o figuras consagradas por la historiografía oficial, es una tarea harto difícil. Esto es así por múltiples motivos. Uno de ellos, y que tiene relación con el caso que nos ocupa, es el de la coptación de la multitud por dirigentes carismáticos, líderes que consiguen el apoyo de las masas para realizar intereses propios, enmascarados bajo el rótulo de la “voluntad popular”. De esta manera es como se construye el poder del dirigente: desde abajo, con la connivencia de quienes abandonan su libertad de acción y pensamiento, dando lugar al acrecentamiento del poder de uno o unos pocos. Toda sociedad es un entramado de poder que se ejerce en todas direcciones; una sociedad sana es aquella en la que el poder se encuentra equilibrado por los distintos sujetos que lo ejercen y lo padecen, esto es, reducido a su mínima expresión. No existe un poder bueno; el poder corrompe. Tampoco se soluciona el asunto cediendo el poder a una persona sabia. Sabiduría política es un oxímoron, una contradicción en los términos. Etimológicamente, la política es la organización de la polis, es decir, de la sociedad. La sabiduría pertenece al orden del individuo, mientras que la política pertenece al orden de lo social. El interés de la sociedad reside en la armonía de los intereses de todos sus miembros. Sólo cada uno de ellos puede saber en qué residen sus propios intereses, y sólo en la asamblea de iguales y fraternalmente puede darse la armonía de los intereses de cada miembro de la sociedad. Ningún sabio puede conocer los intereses del cuerpo social. De ser así, más que sabio sería ser vidente. Esto ya lo sabía Aristóteles cuando discutía con su maestro, Platón.
La rebelión de esclavos de Haití es un caso paradigmático para el análisis de la conciencia del sujeto oprimido. Sabemos que los líderes de la insurrección decían luchar por la causa del rey y que miles de esclavos los secundaban. ¿Cómo entender, pues, que el sector más oprimido de la sociedad esclavista haitiana defendiera la cabeza de un sistema que le robaba la vida a diario? También sabemos que se había hecho circular la noticia de que el rey había dictaminado tres días de libertad para los esclavos y que por ese motivo sus representantes lo habían apresado y eso había llevado a los negros a sublevarse. Los realistas supieron aprovechar esta coyuntura y actuaron demagógicamente para granjearse el apoyo de los esclavos. ¿Cómo entender semejante ingenuidad por parte de los esclavos, al punto de esperar la salvación del máximo representante de la opresión estatal? No es difícil observar que de la mente de los oprimidos florezca el paternalismo, y muchas veces hacia su opresor, posiblemente debido a la costumbre de recibir y acatar órdenes. Para los esclavos de Santo Domingo la explotación venía de sus amos, los plantadores blancos, mientras que más arriba se encontraba un rey bueno, casi un padre que desea lo mejor para sus hijos, pero que es engañado por sus representantes en la isla. Por ese motivo, sumado a la falta total de experiencia política, defendieron la causa monárquica, llegando a pactar con el realismo español. La abolición de la esclavitud fue una medida extrema que se vio obligado a practicar el gobierno francés cuando finalmente tomó conciencia de la superioridad del número de negros en la isla. No fue una resolución humanitaria, sino el último recurso de una táctica cuyos fines residían en la conquista del poder, y exenta de todo cuestionamiento moral. Esto provocó un desplazamiento masivo de los esclavos del frente realista al republicano. Cabría preguntarse y preguntar al propio Marx y a sus epílogos contemporáneos: ¿la revolución la realizan los hombres porque creen que es buena, por lo menos para sus propios intereses, o porque así lo dictamina la necesidad histórica? Los marxistas contestarían lo segundo; el pueblo oprimido, lo primero. Dejemos, pues, la política en manos de la polis.
Los mulatos entendieron que sus intereses eran compatibles con los del gobierno revolucionario francés que los declaró ciudadanos, elevando sus derechos al nivel de los blancos. Esta medida del gobierno francés, que después se aplicará a los negros, como ya explicamos recién, se encuentra enmarcada en su táctica política, ya practicada con los sans culottes en Francia, y que puede resumirse de la siguiente manera: la clase media se alía con las clases bajas para derrocar a la clase alta y encumbrarse en el poder; una vez conquistado el poder, se rompe el pacto con las clases bajas. Lo cierto es que los burgueses comprendieron tarde que los sans culottes antillanos eran los negros, por su superioridad numérica y sus condiciones paupérrimas de vida, y no tanto los mulatos. Por otro lado, el conflicto entre las autoridades del gobierno de Santo Domingo, aliadas a los plantadores ausentistas, por un lado, y los plantadores criollos, por el otro, no era tanto un conflicto entre el viejo y el nuevo régimen, es decir, entre intereses burgueses e intereses aristocráticos, sino más bien un problema de soberanía ligado, claro está, a fuertes intereses económicos. Los plantadores criollos deseaban autonomía legislativa e incluso independencia política, porque sus intereses se hallaban ligados a la explotación esclavista y temían medidas abolicionistas por parte del gobierno revolucionario francés. Sin embargo, siempre actuaron cautelosamente con la metrópoli. El sector de los comerciantes sabía que sus intereses estaban del lado revolucionario burgués, pero no veían con buenos ojos los excesos del jacobinismo. Finalmente, los blancos pobres, celosos de sus prerrogativas sociales por sobre los mulatos, se opusieron fuertemente a cualquier innovación en lo referente al estado político de estos, como medida para defender sus privilegios y se aferraron al racismo más recalcitrante. Esto llevó a que los plantadores criollos, reunidos en el partido de Saint Marc, captaran su apoyo. Podemos decir que fueron los sans culottes de los autonomistas criollos.
Cuando los ingleses invaden la isla e intentan restaurar la esclavitud, son expulsados por los negros al mando de Louverture, convertido ya en agente del gobierno francés. A nivel económico establece una nueva forma de esclavitud encubierta, el trabajo obligatorio para con el propietario privado o el estado. Luego de vencer a los mulatos se encumbra definitivamente en el poder. Los negros habían encontrado un nuevo líder que ocupara la cima de ese poder al que el padecimiento de la explotación los había acostumbrado.
Nicolás Torre
[1] Hobsbawm. p. 64.
[2] Di Tella. p. 52.
[3] p. 53.
[4] p. 54.
[5] 54.
[6] p. 75.
[7] p. 77.
[8] p. 82.
[9] p. 84.
[10] p. 85