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23 jun 2011

La evolución humana: el largo y sinuoso camino del hombre moderno

Chris Stringer, líder sobre la investigación de los orígenes humanos del Museo de Historia Natural de Londres. Fotografía: Eamonn McCabe 'The Guardian'

Artículo del afamado antropólogo Chris Stringer publicado estos días pasados al hilo de su reciente libro titulado "Origin of Our Species" ("El origen de nuestra especie"), el cual, por sus interesantes reflexiones y actualidad, merece su lectura.

Vía: The Guardian | 19 de junio de 2011 | Traducción de G.C.C. para Terrae Antiqvae.

Los orígenes de nuestra especie han sido una fuente de fascinación durante milenios y cuentan con una gran variedad de mitos sobre la creación registrados en las diferentes culturas. Linneo, el gran clasificador de los seres vivos, nos dio nuestro nombre biológico, Homo sapiens (que significa "Hombre sabio"), y nuestros altos y redondeados cráneos redondeados ciertamente nos hacen diferentes, al igual que nuestro perfil frontal y barbilla. Sin embargo, somos también notables por nuestra lengua, el arte y la tecnología compleja.

La pregunta es: ¿dónde evolucionaron estas características? ¿Dónde puede la humanidad colocar su patria? En términos de nuestros primeros antepasados, la respuesta, generalmente aceptada, es África. Fue aquí donde nuestros primeros antepasados, parecidos a los simios, comenzaron a hacer sus hogares en la sabana. Sin embargo, un fuerte debate ha continuado sobre si también fue el lugar fundamental del nacimiento de nuestra propia especie.

Hace cuarenta años nadie creía que los humanos modernos podían tener su origen en África. En algunos casos esta idea estaba basada sobre descoloridas agendas racistas. Por ejemplo, en 1962, el antropólogo estadounidense, Carleton Coon, afirmaba que "Si África fue la cuna de la humanidad, sólo sería un indiferente jardín de la infancia. Europa y Asia fueron nuestras principales escuelas".

Parte de la confusión se debió a la falta de fósiles bien datados y de evidencias arqueológicas. En los años siguientes, sin embargo, he tenido el privilegio de estar involucrado en ayudar a acumular datos -fósiles, cronológicos, arqueológicos y genéticos- que muestran que nuestra especie tuvo un origen reciente en África. Pero, tal como muestran las últimas evidencias, este origen es complejo, y en mi nuevo libro, "El origen de nuestra especie", trato de dejar en claro lo que significa ser humano y cambiar las percepciones acerca de nuestros orígenes.

Yo había estado fascinado por los antiguos seres humanos llamados neandertales, incluso a los 10 años de edad, y, en 1971, como estudiante de 23 años de edad, salí de Londres en un viaje de investigación de cuatro meses por los museos e institutos de diez países europeos para reunir datos sobre las formas de los cráneos de los neandertales y de sus sucesores de aspecto moderno en Europa: los cromañones. Mi propósito era poner a prueba la entonces teoría popular que sostenía que los neandertales, e individuos como ellos, fueron en cada región del mundo antiguo los antepasados de la gente de esas mismas regiones en la actualidad. Sólo disponía de una modesta ayuda, y así es como conduje mi viejo coche, durmiendo en él, haciendo camping o alojándome en albergues juveniles (en Bélgica, incluso, pasé una noche en un refugio para personas sin hogar). Sobreviví a los enfrentamientos fronterizos y a dos robos, pero, hacia el final de mi viaje de 5.000 millas, había recogido uno de los mayores conjuntos de datos sobre las mediciones craneales de los neandertales y primeros humanos modernos reunidas hasta ese momento.

En los tres años siguientes añadí datos sobre otras muestras antiguas y modernas, y los resultados fueron claros: los neandertales habían desarrollado sus propias características especiales y no se parecían a los antepasados de los hombres de cromañón o a cualquier población moderna. La cuestión era: ¿dónde había evolucionado nuestra especie? En 1974 yo era incapaz de decirlo, pero al aceptar un puesto de investigación en el Museo de Historia Natural de Londres significaba que podía continuar la búsqueda.

No obstante, mi investigación revelaba indicios, y, durante la próxima década, mi trabajo -junto con la de algunos otros- se centró en África como la patria más probable de nuestra especie. Nos mantuvimos -en esta creencia- una minoría aislada hasta 1987, cuando el trabajo de investigación "El ADN mitocondrial y la evolución humana" fue publicado por Rebecca Cann, Mark Stoneking y Allan Wilson. Ello puso, por primera vez, los orígenes humanos modernos en las primeras páginas de los periódicos de todo el mundo, demostrando que una pequeña y peculir parte de nuestro genoma, heredado sólo a través de las madres e hijas, derivaba de un ancestro africano de hacía unos 200.000 años atrás. Esta mujer llegó a ser conocida como "Eva mitocondrial". Un furor le siguió, con los antropólogos en fila analizando sus implicaciones para la evolución humana.

Después de eso, la teoría "Fuera de África" ("Out of Africa") -o como yo prefiero llamarlo "el origen africano reciente", un modelo de nuestros orígenes- realmente despegó. Mi versión describe los siguientes antecedentes. La antigua especie de Homo erectus sobrevivió en el este de Asia e Indonesia, pero evolucionó hacia Homo heidelbergensis (foto a la izquierda: reconstrucción) en Europa y África (esta última especie había sido denominada a partir de una mandíbula de 600.000 años de edad, encontrada en Alemania en 1907). Luego, alrededor de 400.000 años atrás, el Homo heidelbergensis sufrió una escisión evolutiva: en el norte del Mediterráneo se desarrolló en los neandertales, mientras que en el sur, en África, se
convirtió en nosotros, los humanos modernos. Finalmente, hace unos 60.000 años, el Homo sapiens comenzó a salir de África, y hace 40.000 años, con la ventajas de tener herramientas y una conducta más complejas, se extendió por Asia y Europa, donde hemos reemplazado a los neandertales y a todas las otras poblaciones arcaicas fuera de África. En otras palabras, bajo nuestra piel, todos nosotros somos africanos.

Sin embargo, no todos los científicos están de acuerdo. Un grupo siguió prestando apoyo a la idea de la evolución multirregional, una versión actualizada de las ideas de la década de 1930. En la misma se preveían profundas líneas paralelas de la evolución en cada región habitada de África, Europa, Asia y Australasia, extendiéndose desde las variantes locales de H. erectus directamente hacia las personas que vivirían en las mismas áreas en la actualidad. Estas líneas no divergieron con el tiempo ya que quedaron unidas por el cruzamiento a través del mundo antiguo, así es que características modernas pudieron evolucionar gradualmente, propagándose y acumulándose, junto con -a largo plazo- las diferencias regionales de cosas como la forma de la cara y el tamaño de la nariz.

Un modelo diferente, conocido como modelo de asimilación, tomó los nuevos fósiles y los datos genéticos proporcionados y entregó a África un papel clave en la evolución de las características modernas. Sin embargo, este modelo preveía una expansión mucho más gradual de las características africanas que el mío. Los neandertales y los individuos arcaicos como ellos fueron asimilados a través de cruzamientos generalizados. En consecuencia, la evolución del establecimiento de características modernas fue un proceso de mezcla en lugar de una rápida sustitución o reemplazo.

Entonces, ¿quién tenía razón? Los datos genéticos continuaron acumulándose a lo largo de la década de 1990 en apoyo del modelo del origen reciente en Africa, tanto para las últimas poblaciones humanas como para los fósiles de neandertal. Recientes y muy numerosas mejoras en la recuperación y análisis de ADN antiguo han producido aún más información, algunas de ellas muy sorprendentes. Fragmentos de fósiles de Croacia han proporcinado un genoma neandertal casi completo, suministrando generosos datos que prometen puntos de vista sobre su biología, desde el color de los ojos y tipo de cabello hasta la forma del cráneo y sus funciones cerebrales. Estos últimos resultados
han confirmado, en gran parte, la separación de nuestro linaje (respecto de los neandertales) hace 350.000 años. Pero cuando el nuevo genoma del neandertal fue comparado en detalle con el de los humanos modernos de diferentes continentes, los resultados obtenidos produjeron un giro interesante a nuestra historia evolutiva: los genomas de personas de Europa, China y Nueva Guinea estaban un poco más cerca de la secuencia del neandertal que de los africanos. Por lo tanto, si usted está en Europa, Asia o Nueva Guinea, podría tener un 2,5% de ADN neandertal en su composición genética.

La explicación más probable de este descubrimiento es que los antepasados de los europeos, asiáticos y nuevos-guineanos de hoy en día, se cruzaron con los neandertales (o al menos con una población que tenía un componente de genes neandertales) en el norte de África, Arabia o Próximo Oriente, al salir de África hace unos 60.000 años. Ese antiguo éxodo humano podría haber implicado a sólo unos pocos miles de personas, por lo que habrían asumido la absorción de sólo unos pocos neandertales dentro de un grupo de H. sapiens, cuyo efecto genético -muy magnificado por la explosión demográfica de numerosos humanos modernos- se haría sentir decenas de miles de años más tarde.

El avance en la reconstrucción del genoma del neandertal se ha reflejado a través de Asia con el trabajo -igualmente notable- relativo al grupo humano que se ha llegado a conocer como los "denisovanos". Un hueso fósil de un dedo, de alrededor de 40.000 años, encontrado en la cueva Denisova, Siberia, junto con un gran diente molar (foto a la izquierda), no han podido ser asignados a una especie humana en particular, aunque también tiene, en gran medida, su genoma reconstruido. Esto ha puesto de manifiesto la existencia de una rama del linaje neandertal que previamente no se conocía, lo que supone un nuevo giro. Estos denisovanos están también relacionados con un grupo de seres humanos que viven actualmente: los melanesios del sureste de Asia (y probablemente, además, sus vecinos australianos). Estos grupos tienen también cerca de un 5% de ADN denisovano procedente de otros casos de mestizaje que deben haber sucedido cuando sus antepasados pasaron por el sur de Asia hace más de 40.000 años.

Entonces, ¿dónde deja esta añadida complejidad, así como la evidencia del mestizaje con los neandertales y denisovanos, a mi modelo favorito de un origen africano reciente? ¿Ha sido refutada en favor del modelo multirregional como algunos han afirmado? No lo creo. Como hemos visto, en 1970 los científicos no tenían la opinión de que África fuera el hogar evolutivo de los humanos modernos; la región era considerada atrasada y en gran medida irrelevante, con el péndulo de la opinión científica fuertemente oscilando hacia modelos de ascendencia no africana o neandertal.

Veinte años después, el péndulo estaba empezando a moverse en favor de nuestros orígenes africanos, ya que la evidencia fósil comenzó a ser reforzada por las clarificadoras señales del ADN mitocondrial. El péndulo osciló aún más con el crecimiento de los datos fósiles, arqueológicos y genéticos, en la década de 1990.

Ahora, la llegada de enormes cantidades de datos de ADN, incluyendo los genomas del neandertal y denisovanos, ha frenado, e incluso revertido, esa oscilación del péndulo, lejos de la teoría del reemplazo absoluto. En su lugar estamos ante un modelo mixto de reemplazo-hibridación o de "reemplazo con agujeros". Este dinamismo es lo que hace que el estudio de la evolución humana sea tan fascinante. La ciencia no es en su esencia buena o mala, sino que se acerca gradualmente a la verdad sobre el mundo natural.

El panorama general es que seguimos siendo predominantemente de origen africano reciente (más del 90% de nuestra ascendencia genética). Pero, ¿hay alguna razón especial para hacer esta observación? En general, la preeminencia de África en la historia de nuestros orígenes no implica una vía evolutiva especial, si bien está la cuestión de las grandes áreas habitables del continente, las cuales proporcionaron mayores oportunidades a las variaciones morfológicas y conductuales, es decir, al desarrollo y conservación de las innovaciones genéticas y de comportamiento. La "modernidad" no era un paquete que tuviera su origen en África en un tiempo, lugar y población, sino que era un compuesto cuyos elementos aparecieron en diferentes momentos y lugares, y luego, gradualmente, se
unieron para asumir la forma que conocemos hoy.

Mis estudios me han llevado a un mayor reconocimiento, en la reciente evolución humana, de las fuerzas demográficas (la necesidad de grandes poblaciones y redes sociales para progresar), de la deriva y la contingencia (sucesos aleatorios), y de los fenómenos culturales, en lugar de la selección natural que yo había considerado anteriormente. Según esto, parece que el "progreso" cultural fue un asunto con paradas y arranques en gran parte de nuestra evolución, hasta que los grupos humanos fueron más grandes, tuvieron individuos más longevos y amplias redes sociales, todo ayudando a maximizar las posibilidades de las innovaciones que sobreviven y se acumulan.

Linneo dijo del Homo sapiens: "Conócete a ti mismo". Conocernos a nosotros mismos significa un reconocimiento de que convertirse en moderno es el camino que percibimos cuando miramos hacia atrás en nuestra propia historia evolutiva. Esa historia parece especial para nosotros, por supuesto, porque le debemos nuestra existencia a la misma. Aquéllas representaciones de la especie humana (por lo general hombres, que van apareciendo cada vez más sin pelo y con la piel más clara) marchaban valientemente a través de las páginas que han ilustrado nuestra evolución en muchos
artículos de divulgación, pero ellas tenían erróneamente establecido la idea de que la evolución era simplemente una progresión que llevaba hasta nosotros, su pináculo y logro final.

Nada puede estar más lejos de la verdad. Ha habido un montón de otros caminos que se podrían haber tomado; muchos no habrían llevado a la constitución de la especie humana en absoluto, otros habrían conducido a la extinción, y otros a una versión diferente de la "modernidad". Podemos acoger una sola versión de los seres humanos -la única versión que sobrevive hoy en día-, pero lo que es fascinante es que la paleoantropología nos muestra aquellos otros caminos que se tomaron para convertirse en un ser humano, sus éxitos y su eventual desaparición, ya fuera por falta o pura mala suerte.

A veces la diferencia entre el fracaso y el éxito en la evolución es un camino angosto. Ciertamente estamos ahora en un filo de la navaja, cuando nos enfrentamos con un planeta superpoblado y la perspectiva de un cambio climático global en una escala que los humanos nunca antes se habían enfrentado. Esperemos que nuestra especie sepa estar a la altura del desafío.