Las Ruinas de la Concepción de La Vega Real. Un reclamo por su reacondicionamiento. Y un llamado a despertar.
Las Ruinas de la Concepción de La Vega Real. Un reclamo por su reacondicionamiento. Y un llamado a despertar.
En este año 2011 en el mes de agosto se cumplen los 500 años el inició de la evangelización de América, y fue precisamente en la Concepción de La Vega Real, la ciudad fundada por el Descubridor del Nuevo Continente donde comienza a predicarse la doctrina del cristianismo.
Como un llamada a la autoridades de este Municipio, de la Provincia y del País, en general para que mancomunen esfuerzos por estas ruinas que hoy se ven en completo abandono, fruto de la inconsciencias, la falta del sentimiento de Nación que han exhibido las pasadas y presentes autoridades que ha tenido el pueblo vegano que no ha sabido valorar en toda su dimensión el tesoros, los recuerdos, lo histórico y la belleza de estas ruinas que debieran tener mejor suerte
Por ello consideramos atinado la reproducción de un artículo escrito por el gran historiador vegano, Dr. Guido Despradel y Batista, publicado en el Periódico Renovación. La Vega, 15 de febrero de 1937, y que aparece nuevamente en la Obras, Tomos II, de la afamada pluma, Volumen LXXXVI, del AGN. Sto Dgo. 2010, compilado por el P rof. Alfredo Rafael Hernández, ppg.117 a119
El Dr. Despradel Batista, inicia así. La Concepción de La Vega Real, florón de la recia conquista, merece ser hoy reproducido, ya que la incuria y el desconcepto de nuestro medio, negando en absoluto a comprender el hondo y salvador sentido de la Historia, dan carácter de permanente actualidad a sus conceptuosas consideraciones y a su nobles y justas quejas de san inconformidad y de puro patriotismo
Las ruinas son los índices que les señalan el camino de la inmortalidad a los pueblos. Desde la Herópolis mil veces glorificada en el espíritu griego ilumina el sendero de perfección que deben recorrer los herederos legítimos del alma maravillosa que ha dado permanencia eterna a la Historia a los paganos helenos.
En las columnas rampantes de una suntuosa sala de Karnak se guarece, vibrante y luminosa, el alma de una raza que se ha desparramado por la mil tierra distintas; y allá, en las pesadas y vetustas molo de una Thule legendaria, forceja, febricitante y ansioso, el impulso vital que debe conducir por el amplio caminos de fama inmortal los dolorosos pasos de cien pueblos que ansiosamente tratan de definir su destino.
Pueblo hay que por lo circunscrito de su geografía y por su estrechas posibilidades materiales, deben afianzar su duración infinita en el tiempo en la grandeza de la Historia materializada, en las cuales leen las generaciones, con ojos avizores, la pujante efectividad de la humanas posibilidades.
Cuando desaparezcan en el polo vilmente nivelador la augusta majestad de un Partenón y la radiante imponencia de las pirámides, se ha hundido para siempre en la ignorancia gran parte del alma de esos pueblos que sintetizaron en esos momentos la expresión perenne de su grandeza y de su poderío. Y pálidos resultaran entonces los cantos de sus poetas y las páginas de sus escritores, cuando falte esta visible expresión de sus recuerdos.
Los pueblos realizan su historia a fuerza de jalones luminosos. Y en el atareado desenvolvimiento de la historia dominicana, más aún, de la de América, la existencia de aquella ciudad blasonada que fue una joya preciosa enclavada en el mismo corazón del suntuoso valle de La Vega Real, es un jalón que marca épocas y fija rumbos de importancia primordial y definitiva.
Sin embargo la mano ruda e inconsciente, ante la vista complaciente de quien debiendo tener conciencia de la importancia de la imperdonable y fatal culpa de su crimen la dejó actuar, ha ido destruyendo con seña y osadía lo que la misma naturaleza enfurecida no pudo echar a tierra. Hoy, de esas ruinas mil veces sagradas, muy poco resta
Pero no es posible que se borre así la expresión única y legítima de la grandeza de nuestro pasado colonial. Lo que aún resta de LAS RUINAS DE LA VEGA REAL debe ser conservado a toda casta. Urge que echemos a un lado nuestra proverbial apatía y movamos todos los resortes necesarios para que se tomen medidas drásticas en bien de la conservación y acondicionamiento de esta valiosa reliquia nacional. El Ayuntamiento, las autoridades provinciales competentes, y los Centros Culturales y Sociales deben aunar esfuerzos para obtener una efectiva solución de este importante asunto de vital interés nacional.
El programa de obras públicas del Estado de la conservación y acondicionamiento de las ruinas nacionales, como lo hacen en otras tantas ruinas de menor importancia que la nuestra. Debe atenderse las ruinas de la Concepción de La Vega Real, de esa ciudad famosa en cuya catedral celebró primera misa el Padre Las Casas, en cuya fortaleza administro dura justicia el Almirante Descubridor, y que llegó a alcanzar el puesto de primera entre todas villas y ciudades de la Española por su popularidad, por la presencia de sus vecinos y por ser centro de riquezas incontables hacia el cual convergían miles de comerciantes a hacer almoneda
Un ciudadano ilustre de esta ciudad nos ha dicho, con palabras radiantes de entusiasmo, que La Vega actual debe heredar las glorias y grandezas de La Vega Vieja. Ojalá fueran proféticas estas palabras, porque antelo raquítico, la incuria, la pobreza, de pensamiento de las autoridades hace a esta pueblo paralítico, repleto de nubes negras de muerte y anonimato.
O reaccionemos o perecemos. O mantenemos el prestigio y la gloria de nuestros seculares blasones o el hato no mata y nos brinda como triste sepultura la quietud degradante de una aldea que tiene como limites de sus aspiraciones lo que alcanza la corta visual de su ridículo campanario.
En este año 2011 en el mes de agosto se cumplen los 500 años el inició de la evangelización de América, y fue precisamente en la Concepción de La Vega Real, la ciudad fundada por el Descubridor del Nuevo Continente donde comienza a predicarse la doctrina del cristianismo.
Como un llamada a la autoridades de este Municipio, de la Provincia y del País, en general para que mancomunen esfuerzos por estas ruinas que hoy se ven en completo abandono, fruto de la inconsciencias, la falta del sentimiento de Nación que han exhibido las pasadas y presentes autoridades que ha tenido el pueblo vegano que no ha sabido valorar en toda su dimensión el tesoros, los recuerdos, lo histórico y la belleza de estas ruinas que debieran tener mejor suerte
Por ello consideramos atinado la reproducción de un artículo escrito por el gran historiador vegano, Dr. Guido Despradel y Batista, publicado en el Periódico Renovación. La Vega, 15 de febrero de 1937, y que aparece nuevamente en la Obras, Tomos II, de la afamada pluma, Volumen LXXXVI, del AGN. Sto Dgo. 2010, compilado por el P rof. Alfredo Rafael Hernández, ppg.117 a119
El Dr. Despradel Batista, inicia así. La Concepción de La Vega Real, florón de la recia conquista, merece ser hoy reproducido, ya que la incuria y el desconcepto de nuestro medio, negando en absoluto a comprender el hondo y salvador sentido de la Historia, dan carácter de permanente actualidad a sus conceptuosas consideraciones y a su nobles y justas quejas de san inconformidad y de puro patriotismo
Las ruinas son los índices que les señalan el camino de la inmortalidad a los pueblos. Desde la Herópolis mil veces glorificada en el espíritu griego ilumina el sendero de perfección que deben recorrer los herederos legítimos del alma maravillosa que ha dado permanencia eterna a la Historia a los paganos helenos.
En las columnas rampantes de una suntuosa sala de Karnak se guarece, vibrante y luminosa, el alma de una raza que se ha desparramado por la mil tierra distintas; y allá, en las pesadas y vetustas molo de una Thule legendaria, forceja, febricitante y ansioso, el impulso vital que debe conducir por el amplio caminos de fama inmortal los dolorosos pasos de cien pueblos que ansiosamente tratan de definir su destino.
Pueblo hay que por lo circunscrito de su geografía y por su estrechas posibilidades materiales, deben afianzar su duración infinita en el tiempo en la grandeza de la Historia materializada, en las cuales leen las generaciones, con ojos avizores, la pujante efectividad de la humanas posibilidades.
Cuando desaparezcan en el polo vilmente nivelador la augusta majestad de un Partenón y la radiante imponencia de las pirámides, se ha hundido para siempre en la ignorancia gran parte del alma de esos pueblos que sintetizaron en esos momentos la expresión perenne de su grandeza y de su poderío. Y pálidos resultaran entonces los cantos de sus poetas y las páginas de sus escritores, cuando falte esta visible expresión de sus recuerdos.
Los pueblos realizan su historia a fuerza de jalones luminosos. Y en el atareado desenvolvimiento de la historia dominicana, más aún, de la de América, la existencia de aquella ciudad blasonada que fue una joya preciosa enclavada en el mismo corazón del suntuoso valle de La Vega Real, es un jalón que marca épocas y fija rumbos de importancia primordial y definitiva.
Sin embargo la mano ruda e inconsciente, ante la vista complaciente de quien debiendo tener conciencia de la importancia de la imperdonable y fatal culpa de su crimen la dejó actuar, ha ido destruyendo con seña y osadía lo que la misma naturaleza enfurecida no pudo echar a tierra. Hoy, de esas ruinas mil veces sagradas, muy poco resta
Pero no es posible que se borre así la expresión única y legítima de la grandeza de nuestro pasado colonial. Lo que aún resta de LAS RUINAS DE LA VEGA REAL debe ser conservado a toda casta. Urge que echemos a un lado nuestra proverbial apatía y movamos todos los resortes necesarios para que se tomen medidas drásticas en bien de la conservación y acondicionamiento de esta valiosa reliquia nacional. El Ayuntamiento, las autoridades provinciales competentes, y los Centros Culturales y Sociales deben aunar esfuerzos para obtener una efectiva solución de este importante asunto de vital interés nacional.
El programa de obras públicas del Estado de la conservación y acondicionamiento de las ruinas nacionales, como lo hacen en otras tantas ruinas de menor importancia que la nuestra. Debe atenderse las ruinas de la Concepción de La Vega Real, de esa ciudad famosa en cuya catedral celebró primera misa el Padre Las Casas, en cuya fortaleza administro dura justicia el Almirante Descubridor, y que llegó a alcanzar el puesto de primera entre todas villas y ciudades de la Española por su popularidad, por la presencia de sus vecinos y por ser centro de riquezas incontables hacia el cual convergían miles de comerciantes a hacer almoneda
Un ciudadano ilustre de esta ciudad nos ha dicho, con palabras radiantes de entusiasmo, que La Vega actual debe heredar las glorias y grandezas de La Vega Vieja. Ojalá fueran proféticas estas palabras, porque antelo raquítico, la incuria, la pobreza, de pensamiento de las autoridades hace a esta pueblo paralítico, repleto de nubes negras de muerte y anonimato.
O reaccionemos o perecemos. O mantenemos el prestigio y la gloria de nuestros seculares blasones o el hato no mata y nos brinda como triste sepultura la quietud degradante de una aldea que tiene como limites de sus aspiraciones lo que alcanza la corta visual de su ridículo campanario.