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9 ene 2012

Deforestación amazónica, una historia de destrucción con final feliz


Deforestación amazónica, una historia de destrucción con final feliz

Camión con troncos
Durante años, la historia de la Amazonía ha sido una de destrucción. Una batalla sin éxito para proteger al bosque tropical más grande del mundo, clave en la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, esta afirmación a la que estamos tan acostumbrados, ya no representa con veracidad la situación que atraviesa en la actualidad este inmenso manto verde.
En el extremo sur de la Amazonía, un equipo especial de la Agencia Medioambiental -conformado por hombres y mujeres- conversa relajadamente bajo la sombra de un árbol de mango. Su apariencia dista mucho de la de un grupo de burócratas vestidos con trajes arrugados.
En Brasil, los agentes medioambientales visten ropas militares. Y en vez de documentos y carpetas, llevan armas.
Estos oficiales -como muy pronto iba a descubrir- son soldados en la línea de fuego de lo que Brasil considera una guerra para proteger la Amazonía.
El equipo me invitó a participar en uno de sus operativos de rutina. El objetivo era atrapar a una banda ilegal de leñadores que habían descubierto en el bosque, gracias a la tecnología satelital.
Frente a un mapa colocado en la pared, tres comandantes discutían la logística de la misión, como si se tratase de un operativo militar.
Amazonía
Pese a la tala ilegal, cerca del 80% de la Amazonía está intacta.
"¿Es probable que los leñadores vayan armados?", pregunté.
"No te preocupes", me dijo el comandante en jefe, Evandro Selva. "Es muy probable que sólo lleven rifles de caza", agregó.
"¿Sólo rifles de caza?", respondí irónico poniendo énfasis en sólo.
Momentos después estábamos en una camioneta y, antes de que tuviese tiempo de acomodarme, Evandro me sacó de allí para que nos subiésemos a un helicóptero.

Operativo en marcha

Después de volar durante una hora, Evandro me informó que estábamos acercándonos a nuestro objetivo. Tras recorrer una zona de bosque aparentemente intacta, un gran claro se abrió ante nuestros ojos.
Incluso yo pude darme cuenta de que los árboles habían sido talados recientemente. Algunos todavía quedaban en pie -altos y frágiles- pero el suelo se veía cubierto de hojas y ramas. Desde el aire podía ver las heridas abiertas en la tierra roja, por donde las máquinas habían devorado el paisaje.
Amzonía
Por mis audífonos podía escuchar emocionados gritos en portugués. Uno de los oficiales señaló hacia abajo: allí había un camión cargado con troncos y frente a éste un tractor. Al lado, dos o quizá tres hombres mirando hacia el helicóptero.
Bajamos de inmediato, creando una tormenta de polvo y hojas secas.
La camioneta y el tractor seguían allí, pero lo hombres habían desaparecido.
"Ya volverán", me dijo Evandro con seguridad. "Nos esconderemos por aquí para esperarlos".
Los tres agentes se agazaparon entre los troncos y las ramas, con las pistolas en sus manos. El camarógrafo y yo nos escondimos también. Mientras, el helicóptero partió generando otra vez un revuelo de hojas y tierra roja.
Después todo quedó en silencio. Los cinco nos quedamos callados y en cuclillas bajo los rayos del sol, envueltos en una nube de pequeñas abejas.
"¿Cómo una operación como ésta puede acabar con la tala ilegal?", pensé para mis adentros.

En cifras

Entre 1996 y 2005, se perdieron cerca de 19.500 kilómetros cuadrados de selva por año. En 2004 se llegó un máximo histórico, cuando se perdieron más de 27.000 kilómetros cuadrados.
Luego, ese mismo año, Brasil le declaró la guerra a la deforestación y prometió reducir sus índices en 80% para 2020.
Siete años más tarde, esa meta casi fue alcanzada. Las cifras más recientes, publicadas hace algunas semanas, muestran que 2011 tuvo los niveles más bajos de deforestación desde que se empezó a llevar un registro, hace tres décadas.
Sólo se talaron poco más de 6.200 kilómetros cuadrados. Eso es un 78% por menos que en 2004. Es verdad que son muchos árboles, pero también representa un progreso considerable.
Por supuesto, el gobierno brasileño no es el único que se lleva el crédito. Durante mi viaje por la región, me topé con una serie de personajes que están cumpliendo un papel importante, como John Carter, un exsoldado estadounidense convertido en ganadero que trabaja para mejorar el manejo de tierras en la Amazonía, o los indígenas amazónicos que trabajan para una empresa que combate los incendios forestales.

Esperanza

Operativo en la Amazonía
El operativo concluyó con cinco arrestos.
Pero, como les venía contando, nos quedamos en esa incómoda posición durante casi media hora hasta que aparecieron los culpables.
"¡Deténganse!", les gritaron los comandantes. Los agentes lograron arrestar a cinco hombres e incautaron tres camiones y dos tractores. Me daba miedo enfrentarme a estos hombres, pero todos tenían un aspecto patético, con sus ropas desgastadas y sus cigarrillos para armar.
Regresé del operativo inundado de una sensación de esperanza.
Es verdad de que el hecho de que exista una explotación maderera ilegal a tan sólo una hora en helicóptero de una importante ciudad brasileña demuestra que el bosque aún es vulnerable.
Pero, aunque suene un poco increíble, sí parece que la batalla por frenar la destrucción de la Amazonía se está ganando.
Y, lo que es más importante, está sucediendo antes de que sea demasiado tarde, porque lo que la mayor parte de la gente no se da cuenta, es cuánto de este bosque está aún en pie. Las imágenes satelitales demuestran que el 80% de la Amazonía todavía está intacta.
Una reflexión inspiradora para empezar el nuevo año, pensé mientras volvíamos a la oficina, atravesando un camino sinuoso en medio de los imponentes árboles.