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5 ene 2012

Prohibido joderse!


Hoy/Wilson Morfe
4 Enero 2012, 11:13 PM
¡Prohibido joderse!
Tendremos que soportar la divina trascendencia de Leonel Fernández
Escrito por: ANDRÉS L. MATEO
El último tributario de la consigna trujillista  ¡Prohibido joderse! fue Ramón Font Bernard (fallecido no hace tanto tiempo), un León afeitado que se desayunaba con un té de tachuelas y ni siquiera eructaba, cuya divertida figura nadaba en el cinismo oportunista sin inmutarse, dejando a la sociedad pasmada por la utilidad vulgar que de sus taras extraen quienes se abrogan el derecho de su representación.
El ¡prohibido joderse! era en el  aparato burocrático trujillista la forma despiadada de sobrevivir en medio de la humillación y el miedo, y quedar en la nómina, no salir del círculo de influencia del poder, agarrarse de cualquier bejuquito cuando la ira del tirano hacía soplar vientos huracanados. La abyección funcionaba como el cemento invisible que le garantizaba a Trujillo la fidelidad, y el ¡prohibido joderse! era el alerta apropiado para permanecer en el reino del príncipe. El proyecto de dominio social de Leonel Fernández ha revivido la consigna hacia dentro de los cuadros de ese partido, y quienes no se quieren quedar fuera de esa retícula de poder empujan un exagerado culto a la personalidad que ya casi asquea a la sociedad dominicana.
En la historia penosa del poder en nuestro país, el pequeño burgués que se traga el suspiro de su condición de insustituible construye siempre un mundo de justificaciones hecho a la medida de su comercio. Santana, Báez, Heureaux, Trujillo y Balaguer, y ahora Leonel Fernández; han atribuido sus propias ambiciones de poder a encantadoras cláusulas conjuratorias de todos los males del país, y el lenguaje oficial y su sustantivación hacen creer que únicamente el Príncipe detentador del poder puede resolverlos. Leonel Fernández le ha querido dar a ese ritual despreciable, dimensiones universales.
La aceptación  de su proposición en la  ONU ha abierto un espacio de veneración, y el cortejo ha traído hasta al mismo embajador árabe que presidía la Asamblea,  a tributarle un agradecimiento infinito en nombre de la humanidad en el mismo Palacio Nacional, “por esa resolución redentora”.  Sólo este año la ONU ha evacuado más de trecientas resoluciones de todo tipo,  incluyendo dos con el mismo tema; y a ningún mandatario se le ha ocurrido armar una romería que lo declare salvador de la tierra. Ese es un procedimiento burocrático, y nada significa en los hechos, ni altera el curso de la especulación en los mercados. 
Escuchando los discursos ditirámbicos  en la televisión por este “acontecimiento grandioso de la resolución”, corrí a buscar el libro de Joseph E. Stiglitz “El malestar en la globalización”, publicado  en el 2002; porque Stiglitz ya desde esa época había analizado los mercados en las condiciones del mundo posmoderno, y el papel que la globalización ha desempeñado en el carácter especulativo del comercio. Quienes quieran saber de este tema no leerán el discurso de Leonel Fernández, sino a Stiglitz y a muchos otros especialistas (hace poco  escribí un artículo en esta misma columna citando a numerosos de ellos), porque de lo que se trata es de la naturaleza del capitalismo mundial, de su razón de ser; mientras que en Leonel Fernández de lo que se trata es de su promoción personal, de su egolatría, del dominio absoluto del “parecer” sobre el “ser” que ha implantado en la sociedad dominicana.
Nosotros siempre producimos acontecimientos singulares, y es claro que estamos viviendo uno. En medio de esta campaña electoral, con un candidato del partido oficial elegido, el presidente de turno construye un proyecto de dominio social, y erige un culto a la personalidad desmesurado y odioso. Quienes a toda velocidad, dentro del partido de gobierno, se están acogiendo a la consigna trujillista de ¡prohibido joderse! lo que están es congregando el pasado, y apostando a ver cuál de los dos, Danilo o Leonel (en el caso de que el PLD gane las elecciones), será el poder real. Algo que tiene un fundamento  perfectamente histórico en la República Dominicana, y que cuando de mantener los privilegios del poder se trata, no le importa nada.  Por eso tendremos que soportar la divina trascendencia de Leonel Fernández, ya que es el equivalente del ¡prohibido joderse” de los trujillistas.