Historiadores y arqueólogos han debatido, a lo largo de los últimos años, aspectos de la Biblia hebrea que hoy no podemos considerar históricos. En primer lugar los israelitas que se asentaron en Egipto lo debieron hacer en diversas oleadas a lo largo de cuatro siglos, como consecuencia de las frecuentes hambrunas que asolaban a Canaán, que para ser la tierra prometida que Yaveh les dio, era bastante pobre. También debió haber en Egipto exiliados políticos de Canaán, pues fue zona de frecuentes conflictos.
De este asentamiento en Egipto procede la leyenda de José, hijo de Jacob, que fue vendido por sus hermanos a los funcionarios del rey y que terminó siendo un alto dignatario de la Corte. Con el tiempo el propio José mandaría llamar a su familia. Por tanto no todo fueron penalidades en Egipto para los judíos; incluso muchos, como también más tarde, fueron prósperos comerciantes. Pero los tiempos son cambiantes y -según la Biblia- poco a poco fueron esclavizados, lo que exige su liberación a manos de un hombre excepcional, Moisés, ayudado por Yaveh. El éxodo o huída desde Egipto hasta Canaán se habría producido, entonces, en el siglo XIII antes de Cristo.
Pero la arqueología es terca y revela muy pocos datos que demuestren que este éxodo existió: la ciudad que Ramsés II mandó construir al Este del delta parece haber sido abandonada muy pronto (Pi-Ramsés) para, con sus piedras, construir otra, Tais, también en el delta (debe tenerse en cuenta que las crecidas del Nilo, en el delta, eran más difíciles de regular que en su curso). Luego está el problema de pasar el mar Rojo (600.000 judíos armados con sus mujeres e hijos) y la Biblia hace bien en narrar esta travesía, imposible no obstante, porque el istmo que ahora ocupa el canal de Suez estaba fortificado y vigilado por el ejército egipcio, como ha demostrado la arqueología. Hay una estela, la del rey egipcio Merenptah, del año 1207, en la que consta una amenaza del gran imperio contra Canaán, lo que se inscribe en la política de conquistas de dicho rey. Es la única referencia a Israel en las fuentes egipcias, lo que quizá quiera decir que los israelitas en Egipto se habían adaptado bien y se encontraban integrados de tal manera que no se les distinguía del resto de la población.
La Biblia habla también de que los israelitas, pasando el desierto del Sinaí, estuvieron varios años en ciertos oasis, cuyos yacimientos han sido excavados, pero nada aparece sobre el siglo XIII a. de C. Por otra parte ¿no habría causado una enorme depresión económica en Egipto la huída de tantos israelitas? Eran agricultores, comerciantes, funcionarios, consumidores en definitivida, pero las fuentes no hablan de tal depresión económica, conociendo como conocemos tantos datos sobre Egipto. Sí existe constancia de una ciudad llamada Pitón o Pi Atón construida durante el reinado de Nekao II, pero en torno ¡al año 600 a. de C.! Nada que ver por tanto con el éxodo bíblico de muchos siglos atrás. Dicha ciudad está citada en la Biblia (Éxodo) de la que tenían noticia los escribas que redactaron el gran libro porque lo estaban haciendo en el mismo momento en que dicha ciudad se fundó. Los demás topónimos de la época saíta nada tienen que ver con el éxodo bíblico.
Ahora veamos otro aspecto del problema: entre los siglos IX y VIII a. de C. Canaán estaba dividida en dos reinos, Israel al norte y Judá al sur, siendo ocupada aquella por los asirios a finales de la última centuria citada. Queda solo Judá, que recibe muchos inmigrantes de Israel, y su capital, Jerusalén, experimenta también un gran crecimiento, lo que la arqueología ha demostrado al descubrirse los restos de una gran muralla de esa época. Es un momento de auge de Judá que acabará cuando el rey asrio Senaquerib, en 701 a. de C., asole la segunda ciudad del pequeño reino, Lakish (hoy es un tell donde han quedado muestras de la batalla). Judá pasó a ser vasalla de Asiria, pero no por ello dejó de ser próspera, pues el comercio a gran escala de aceite se incentiva ahora de forma extraordinaria.
En 630 a. de C. Asiria se desentiende de Judá y de Israel por problemas con Babilonia, su otra posesión y enemiga secular. Entonces Judá se propone, con el rey Josías, incorporar a Israel, manda reconstruir el templo (se supone que ahora se descubre el Deuteronomio) y ordena orar solo en él, con lo que se centraliza el poder y puede resistir las aspiraciones expansionistas del rey egipcio Psamético I. ¿Es posible que el éxodo al que se refieren los escribas de la Biblia sea la gran inmigración de israelitas que vendrían a Judá con la desaparición del estado de Israel a manos asirias y otras inmigraciones atraídas por la prosperidad de Judá?
No es posible dar una respuesta definitiva, pero el éxodo del siglo XIII parece harto improbable.