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14 dic 2011

IRÁN: EN EL LABERINTO DE LA INCERTIDUMBRE 12 de diciembre de 2011 Lino González El jardín del fin (Un viaje por el Irán de ayer y de hoy) Ángela Rodicio 420 páginas Editorial Debate, Barcelona, 2011 En general, cuanto mayor es el protagonismo de un país en la escena internacional, menos conocido suele ser: los prejuicios se alían fácilmente con los lugares comunes informativos para conseguir que sociedades heterogéneas, regímenes políticos complejos y economías con un alto nivel de desarrollo queden reducidos a unos pocos titulares. Es el caso de Irán, al que en estos momentos gran parte de los países occidentales consideran un Estado indeseable. En su libro El Jardín del fin, la periodista española Ángela Rodicio nos propone un viaje por el Irán de ayer y de hoy, tratando de ofrecer una panorámica lo más amplia posible del país y de sus gentes. Combinando la reseña histórica, las crónicas de sus viajes a Irán desde 1997 como enviada especial de Televisión Española y el relato de sus visitas como turista, la autora compone un libro que trata de abarcar casi todos los aspectos necesarios para conocer mejor el país. AFP/Getty Images Muchas páginas del libro están dedicadas a la historia política, militar y cultural de la civilización persa, que se remonta a la Dinastía Aqueménida fundada por Ciro II el Grande en el siglo sexto antes de Cristo. El pasado no siempre explica el presente, aunque sí lo condiciona en gran medida. Al mismo tiempo, y desde la primera página, Rodicio trata de ofrecer un retrato del Irán actual, el que se surgió en 1979 con el derrocamiento del Sha y el triunfo de la Revolución Islámica encabezada por el ayotalá Jomeini. La autora explica que el principal problema que afronta desde hace más de una década el régimen teocrático, además de su aislamiento internacional, es el desencanto de la población con unos gobernantes que han construido un sistema político y económico que parece agotado: “En el sistema iraní, lo informal triunfa sobre lo formal, el poder y la influencia derivan tanto -si no más- de la personalidad como del cargo, y las dinámicas de las diversas facciones determinan los debates y las decisiones políticas”. Un régimen con una estructura de poder vertical dentro de la que distintas facciones ideológicas tratan de conservar o mejorar su estatus. Las facciones dentro del régimen iraní, según la autora, serían básicamente tres: los conservadores encabezados por el Líder Supremo Alí Jamenei, que cuentan con el poder que les otorgan los Guardianes de la Revolución; los pragmáticos, que desean una gestión económica del país menos dependiente del aparato estatal; y los progresistas, liderados por Jatamí durante sus siete años como Presidente de Irán, que sintonizan mejor con las expectativas de los jóvenes que reclaman cambios profundos y tangibles. Mientras el poder siga en manos del ala más conservadora, será difícil que se produzcan cambios significativos. Los Guardianes de la Revolución no son sólo una especie de guardia pretoriana de los clérigos más conservadores liderados por Jamenei: también gestionan innumerables negocios impidiendo en muchos casos el saneamiento de una economía burocratizada en exceso y con grandes índices de corrupción. Como afirma Rodicio, la transparencia de las actividades del Gobierno es nula. Mahmud Ahmadineyad, presidente del país desde 2005, es el representante más populista e histriónico de esa derecha conservadora iraní. A nivel económico, Irán es dependiente de los ingresos derivados de la venta del petróleo y el gas (el segundo y el cuarto productor mundial, respectivamente). A pesar de su entidad como productor, debido a las sanciones económicas internacionales que le impiden el acceso a la tecnología occidental, se ve obligado a importar entre el 40% y el 60% de la gasolina que necesita para consumo interno. La población tiene la sensación de que los ingresos derivados de la venta de hidrocarburos no se redistribuyen equitativamente. El libro analiza con abundantes detalles el cansancio de la población iraní frente a unos gobernantes que no son capaces de lograr el progreso material para la mayoría de los habitantes. Además de la falta de libertades, el desencanto de una parte considerable de los iraníes tiene que ver con la situación económica: desarrollo estancado, inflación persistente, alta tasa de desempleo (la cifra oficial es el 20%), moneda débil e imposibilidad de acceso a una vivienda, sobre todo en Teherán, donde el metro cuadrado de las viviendas alcanza precios similares a los de París, Berlín o Nueva York. La frustración de la población más joven -un 60% de los iraníes tiene menos de 30 años- es comprensible. El principal problema que afronta el régimen teocrático es el desencanto de la población con unos gobernantes que han construido un sistema que parece agotado En el epílogo, Rodicio recoge una queja que le expresó el pasado febrero un joven profesor de inglés en la Plaza Tahrir de El Cairo y que sirve para explicar el descontento social que se vive en Oriente Medio, incluido Irán: “Hasta ahora, aunque una generación sufriese, un padre condenado a la pobreza sabía, no obstante, que sus hijos podían avanzar un eslabón en la cadena social, para mejor, y eso hacía que todo el mundo se callase y aguantase, confiando en un futuro mejor para los suyos. Ahora eso se ha roto. Vemos que el estancamiento es letal; que el pesimismo y la desgracia es lo único que heredarán nuestros hijos. No tenemos más remedio que rebelarnos”. El empeño que está mostrando el régimen iraní a la hora de desarrollar su programa nuclear ha complicado en los últimos años su ya precaria situación internacional. Rodicio recuerda que Irán es un país relativamente aislado en la región. Sus aliados internacionales en estos momentos son, sobre todo, Rusia y China, interesados en sus recursos energéticos y en la venta de armas y de la tecnología nuclear y extractiva que las empresas occidentales no pueden vender a Teherán debido a las sanciones. Sin embargo, como recuerda Rodicio, no conviene olvidar que los recursos energéticos de Irán, su principal bendición, son también su gran amenaza, tanto como su posición estratégica en las rutas de paso de los gaseoductos y oleoductos internacionales que se proyectan construir. En otras palabras, el miedo de las potencias occidentales a un Irán con armas nucleares, el mantra repetido desde hace algunos años para justificar un posible ataque preventivo, no debe ocultar que desde 1979 se ha venido considerado al país persa como una apetecible pieza geoestratégica que desearían cobrarse de uno u otro modo estadounidenses y europeos, mediante la agresión externa o fomentando los movimientos desestabilizadores internos ya existentes. Como explica Ángela Rodicio: “Si existiese una plantilla de las vicisitudes del petróleo, desde su descubrimiento y explotación, y se pusiera sobre los vaivenes de la historia política de Irán en los últimos cien años, veríamos que la coincidencia es total. Se podría decir de todo Oriente Medio, pero en el caso de Irán, por su identidad nacional y peso como Estado desde la Antigüedad, las consecuencias han sido, y son, profundas”.


IRÁN: EN EL LABERINTO DE LA INCERTIDUMBRE
12 de diciembre de 2011IRÁN: EN EL LABERINTO DE LA INCERTIDUMBRE
12 de diciembre de 2011
  • El jardín del fin (Un viaje por el Irán de ayer y de hoy)
    Ángela Rodicio
    420 páginas
    Editorial Debate, Barcelona, 2011

En general, cuanto mayor es el protagonismo de un país en la escena internacional, menos conocido suele ser: los prejuicios se alían fácilmente con los lugares comunes informativos para conseguir que sociedades heterogéneas, regímenes políticos complejos y economías con un alto nivel de desarrollo queden reducidos a unos pocos titulares. Es el caso de Irán, al que en estos momentos gran parte de los países occidentales consideran un Estado indeseable.
En su libro El Jardín del fin, la periodista española Ángela Rodicio nos propone un viaje por el Irán de ayer y de hoy, tratando de ofrecer una panorámica lo más amplia posible del país y de sus gentes. Combinando la reseña histórica, las crónicas de sus viajes a Irán desde 1997 como enviada especial de Televisión Española y el relato de sus visitas como turista, la autora compone un libro que trata de abarcar casi todos los aspectos necesarios para conocer mejor el país.

AFP/Getty Images

Muchas páginas del libro están dedicadas a la historia política, militar y cultural de la civilización persa, que se remonta a la Dinastía Aqueménida fundada por Ciro II el Grande en el siglo sexto antes de Cristo. El pasado no siempre explica el presente, aunque sí lo condiciona en gran medida. Al mismo tiempo, y desde la primera página, Rodicio trata de ofrecer un retrato del Irán actual, el que se surgió en 1979 con el derrocamiento del Sha y el triunfo de la Revolución Islámica encabezada por el ayotalá Jomeini.
La autora explica que el principal problema que afronta desde hace más de una década el régimen teocrático, además de su aislamiento internacional, es el desencanto de la población con unos gobernantes que han construido un sistema político y económico que parece agotado: “En el sistema iraní, lo informal triunfa sobre lo formal, el poder y la influencia derivan tanto -si no más- de la personalidad como del cargo, y las dinámicas de las diversas facciones determinan los debates y las decisiones políticas”. Un régimen con una estructura de poder vertical dentro de la que distintas facciones ideológicas tratan de conservar o mejorar su estatus. Las facciones dentro del régimen iraní, según la autora, serían básicamente tres: los conservadores encabezados por el Líder Supremo Alí Jamenei, que cuentan con el poder que les otorgan los Guardianes de la Revolución; los pragmáticos, que desean una gestión económica del país menos dependiente del aparato estatal; y los progresistas, liderados por Jatamí durante sus siete años como Presidente de Irán, que sintonizan mejor con las expectativas de los jóvenes que reclaman cambios profundos y tangibles. Mientras el poder siga en manos del ala más conservadora, será difícil que se produzcan cambios significativos. Los Guardianes de la Revolución no son sólo una especie de guardia pretoriana de los clérigos más conservadores liderados por Jamenei: también gestionan innumerables negocios impidiendo en muchos casos el saneamiento de una economía burocratizada en exceso y con grandes índices de corrupción. Como afirma Rodicio, la transparencia de las actividades del Gobierno es nula. Mahmud Ahmadineyad, presidente del país desde 2005, es el representante más populista e histriónico de esa derecha conservadora iraní.
A nivel económico, Irán es dependiente de los ingresos derivados de la venta del petróleo y el gas (el segundo y el cuarto productor mundial, respectivamente). A pesar de su entidad como productor, debido a las sanciones económicas internacionales que le impiden el acceso a la tecnología occidental, se ve obligado a importar entre el 40% y el 60% de la gasolina que necesita para consumo interno. La población tiene la sensación de que los ingresos derivados de la venta de hidrocarburos no se redistribuyen equitativamente.
El libro analiza con abundantes detalles el cansancio de la población iraní frente a unos gobernantes que no son capaces de lograr el progreso material para la mayoría de los habitantes. Además de la falta de libertades, el desencanto de una parte considerable de los iraníes tiene que ver con la situación económica: desarrollo estancado, inflación persistente, alta tasa de desempleo (la cifra oficial es el 20%), moneda débil e imposibilidad de acceso a una vivienda, sobre todo en Teherán, donde el metro cuadrado de las viviendas alcanza precios similares a los de París, Berlín o Nueva York. La frustración de la población más joven -un 60% de los iraníes tiene menos de 30 años- es comprensible.
      
El principal problema que afronta el régimen teocrático es el desencanto de la población con unos gobernantes que han construido un sistema que parece agotado
      
En el epílogo, Rodicio recoge una queja que le expresó el pasado febrero un joven profesor de inglés en la Plaza Tahrir de El Cairo y que sirve para explicar el descontento social que se vive en Oriente Medio, incluido Irán: “Hasta ahora, aunque una generación sufriese, un padre condenado a la pobreza sabía, no obstante, que sus hijos podían avanzar un eslabón en la cadena social, para mejor, y eso hacía que todo el mundo se callase y aguantase, confiando en un futuro mejor para los suyos. Ahora eso se ha roto. Vemos que el estancamiento es letal; que el pesimismo y la desgracia es lo único que heredarán nuestros hijos. No tenemos más remedio que rebelarnos”.
El empeño que está mostrando el régimen iraní a la hora de desarrollar su programa nuclear ha complicado en los últimos años su ya precaria situación internacional. Rodicio recuerda que Irán es un país relativamente aislado en la región. Sus aliados internacionales en estos momentos son, sobre todo, Rusia y China, interesados en sus recursos energéticos y en la venta de armas y de la tecnología nuclear y extractiva que las empresas occidentales no pueden vender a Teherán debido a las sanciones. Sin embargo, como recuerda Rodicio, no conviene olvidar que los recursos energéticos de Irán, su principal bendición, son también su gran amenaza, tanto como su posición estratégica en las rutas de paso de los gaseoductos y oleoductos internacionales que se proyectan construir. En otras palabras, el miedo de las potencias occidentales a un Irán con armas nucleares, el mantra repetido desde hace algunos años para justificar un posible ataque preventivo, no debe ocultar que desde 1979 se ha venido considerado al país persa como una apetecible pieza geoestratégica que desearían cobrarse de uno u otro modo estadounidenses y europeos, mediante la agresión externa o fomentando los movimientos desestabilizadores internos ya existentes. Como explica Ángela Rodicio: “Si existiese una plantilla de las vicisitudes del petróleo, desde su descubrimiento y explotación, y se pusiera sobre los vaivenes de la historia política de Irán en los últimos cien años, veríamos que la coincidencia es total. Se podría decir de todo Oriente Medio, pero en el caso de Irán, por su identidad nacional y peso como Estado desde la Antigüedad, las consecuencias han sido, y son, profundas”.

  • El jardín del fin (Un viaje por el Irán de ayer y de hoy)
    Ángela Rodicio
    420 páginas
    Editorial Debate, Barcelona, 2011

En general, cuanto mayor es el protagonismo de un país en la escena internacional, menos conocido suele ser: los prejuicios se alían fácilmente con los lugares comunes informativos para conseguir que sociedades heterogéneas, regímenes políticos complejos y economías con un alto nivel de desarrollo queden reducidos a unos pocos titulares. Es el caso de Irán, al que en estos momentos gran parte de los países occidentales consideran un Estado indeseable.
En su libro El Jardín del fin, la periodista española Ángela Rodicio nos propone un viaje por el Irán de ayer y de hoy, tratando de ofrecer una panorámica lo más amplia posible del país y de sus gentes. Combinando la reseña histórica, las crónicas de sus viajes a Irán desde 1997 como enviada especial de Televisión Española y el relato de sus visitas como turista, la autora compone un libro que trata de abarcar casi todos los aspectos necesarios para conocer mejor el país.

AFP/Getty Images

Muchas páginas del libro están dedicadas a la historia política, militar y cultural de la civilización persa, que se remonta a la Dinastía Aqueménida fundada por Ciro II el Grande en el siglo sexto antes de Cristo. El pasado no siempre explica el presente, aunque sí lo condiciona en gran medida. Al mismo tiempo, y desde la primera página, Rodicio trata de ofrecer un retrato del Irán actual, el que se surgió en 1979 con el derrocamiento del Sha y el triunfo de la Revolución Islámica encabezada por el ayotalá Jomeini.
La autora explica que el principal problema que afronta desde hace más de una década el régimen teocrático, además de su aislamiento internacional, es el desencanto de la población con unos gobernantes que han construido un sistema político y económico que parece agotado: “En el sistema iraní, lo informal triunfa sobre lo formal, el poder y la influencia derivan tanto -si no más- de la personalidad como del cargo, y las dinámicas de las diversas facciones determinan los debates y las decisiones políticas”. Un régimen con una estructura de poder vertical dentro de la que distintas facciones ideológicas tratan de conservar o mejorar su estatus. Las facciones dentro del régimen iraní, según la autora, serían básicamente tres: los conservadores encabezados por el Líder Supremo Alí Jamenei, que cuentan con el poder que les otorgan los Guardianes de la Revolución; los pragmáticos, que desean una gestión económica del país menos dependiente del aparato estatal; y los progresistas, liderados por Jatamí durante sus siete años como Presidente de Irán, que sintonizan mejor con las expectativas de los jóvenes que reclaman cambios profundos y tangibles. Mientras el poder siga en manos del ala más conservadora, será difícil que se produzcan cambios significativos. Los Guardianes de la Revolución no son sólo una especie de guardia pretoriana de los clérigos más conservadores liderados por Jamenei: también gestionan innumerables negocios impidiendo en muchos casos el saneamiento de una economía burocratizada en exceso y con grandes índices de corrupción. Como afirma Rodicio, la transparencia de las actividades del Gobierno es nula. Mahmud Ahmadineyad, presidente del país desde 2005, es el representante más populista e histriónico de esa derecha conservadora iraní.
A nivel económico, Irán es dependiente de los ingresos derivados de la venta del petróleo y el gas (el segundo y el cuarto productor mundial, respectivamente). A pesar de su entidad como productor, debido a las sanciones económicas internacionales que le impiden el acceso a la tecnología occidental, se ve obligado a importar entre el 40% y el 60% de la gasolina que necesita para consumo interno. La población tiene la sensación de que los ingresos derivados de la venta de hidrocarburos no se redistribuyen equitativamente.
El libro analiza con abundantes detalles el cansancio de la población iraní frente a unos gobernantes que no son capaces de lograr el progreso material para la mayoría de los habitantes. Además de la falta de libertades, el desencanto de una parte considerable de los iraníes tiene que ver con la situación económica: desarrollo estancado, inflación persistente, alta tasa de desempleo (la cifra oficial es el 20%), moneda débil e imposibilidad de acceso a una vivienda, sobre todo en Teherán, donde el metro cuadrado de las viviendas alcanza precios similares a los de París, Berlín o Nueva York. La frustración de la población más joven -un 60% de los iraníes tiene menos de 30 años- es comprensible.
      
El principal problema que afronta el régimen teocrático es el desencanto de la población con unos gobernantes que han construido un sistema que parece agotado
      
En el epílogo, Rodicio recoge una queja que le expresó el pasado febrero un joven profesor de inglés en la Plaza Tahrir de El Cairo y que sirve para explicar el descontento social que se vive en Oriente Medio, incluido Irán: “Hasta ahora, aunque una generación sufriese, un padre condenado a la pobreza sabía, no obstante, que sus hijos podían avanzar un eslabón en la cadena social, para mejor, y eso hacía que todo el mundo se callase y aguantase, confiando en un futuro mejor para los suyos. Ahora eso se ha roto. Vemos que el estancamiento es letal; que el pesimismo y la desgracia es lo único que heredarán nuestros hijos. No tenemos más remedio que rebelarnos”.
El empeño que está mostrando el régimen iraní a la hora de desarrollar su programa nuclear ha complicado en los últimos años su ya precaria situación internacional. Rodicio recuerda que Irán es un país relativamente aislado en la región. Sus aliados internacionales en estos momentos son, sobre todo, Rusia y China, interesados en sus recursos energéticos y en la venta de armas y de la tecnología nuclear y extractiva que las empresas occidentales no pueden vender a Teherán debido a las sanciones. Sin embargo, como recuerda Rodicio, no conviene olvidar que los recursos energéticos de Irán, su principal bendición, son también su gran amenaza, tanto como su posición estratégica en las rutas de paso de los gaseoductos y oleoductos internacionales que se proyectan construir. En otras palabras, el miedo de las potencias occidentales a un Irán con armas nucleares, el mantra repetido desde hace algunos años para justificar un posible ataque preventivo, no debe ocultar que desde 1979 se ha venido considerado al país persa como una apetecible pieza geoestratégica que desearían cobrarse de uno u otro modo estadounidenses y europeos, mediante la agresión externa o fomentando los movimientos desestabilizadores internos ya existentes. Como explica Ángela Rodicio: “Si existiese una plantilla de las vicisitudes del petróleo, desde su descubrimiento y explotación, y se pusiera sobre los vaivenes de la historia política de Irán en los últimos cien años, veríamos que la coincidencia es total. Se podría decir de todo Oriente Medio, pero en el caso de Irán, por su identidad nacional y peso como Estado desde la Antigüedad, las consecuencias han sido, y son, profundas”.