Ajanta: la joya oculta durante siglos bajo la maleza |
En abril hará 190 años que John Smith, un soldado inglés de la Compañía Británica de las Indias Orientales, cartografió los montes Indhyadri. Oteando con sus prismáticos el recodo de un pequeño río, observó, semioculto por la vegetación, algo que parecía la entrada a unas cuevas. Acababa de descubrir Ajanta, uno de los santuarios budistas más antiguos y extraordinarios del planeta, la joya del arte hindú. |
Nómada.- Tras los tristes acontecimientos acaecidos en Bombay que nos obligaron a interrumpir momentáneamente nuestro viaje por el estado de Maharashtra, continuamos hoy aquel periplo para conocer de cerca el enigmático complejo arqueológico de Ajanta, un lugar excepcional donde los primeros budistas excavaron sus templos y monasterios. Ajanta no se encuentra muy lejos de Ellora, el fascinante lugar que visitamos recientemente. De hecho, puede visitarse un yacimiento un día y al siguiente trasladarse cómodamente al otro sitio arqueológico, completando así un recorrido imprescindible para quien viaje a este estado indio. Durante el mes de abril de 1919, un pequeño destacamento de Casacas Rojas, perteneciente a la Compañía Británica de las Indias Orientales, se encontraba cartografiando los montes Indhyadri, en el estado de Maharashtra. Uno de sus soldados, John Smith, oteaba con sus prismáticos el pequeño río Waghora cuando observó algo que llamó su atención: sobre la pared de una montaña, semiocultas por la vegetación, creyó distinguir piedras talladas sobre lo que parecía la entrada de una cueva. Si algo han tenido los ingleses, ha sido olfato para los descubrimientos arqueológicos. No en vano, el British Museum contiene innumerables tesoros de las civilizaciones antiguas de aquellas tierras que han colonizado. Smith comunicó su hallazgo al mando, y de inmediato dejaron de cartografiar para ponerse a limpiar de maleza y alimañas las fachadas de la ladera. Descubrieron hasta treinta cuevas excavadas a lo largo de 600 metros en una pared que el río Waghora había cincelado caprichosamente en forma de media luna perfecta. En un principio, no se le dio mucha importancia a este descubrimiento, a pesar de sus numerosas cuevas, del esplendor escultórico de su de decoración y del asombroso refinamiento de sus murales. Pero años más tarde, James Fergusson, una eminencia en arquitectura hindú, reivindicó la trascendencia del descubrimiento e hizo que tanto los arqueólogos de la Royal Asiatic Society como el gobierno británico prestaran atención a Ajanta y dedicaran dinero a su excavación y mantenimiento. Ajanta es un verdadero museo al aire libre que nos cuenta que, ya desde tiempos remotos (el siglo I antes de Cristo), el arte escultórico hindú derrochaba talento y destreza. Los monjes, al construir las cuevas, cuanto más profundizaban en la excavación de la montaña disponían de menos luz para cincelar las imágenes o pintar los murales. Apenas podían usar los pequeños candiles de grasa animal, ya que al acercarlos a las paredes y el techo ennegrecían la superficie de la roca. Echando mano de su imaginación, construían juegos de espejos que les permitían reflejar la luz desde el exterior para iluminar el punto donde ellos estaban trabajando. Valiéndose de esta ingeniosa técnica decoraron con asombrosa pericia estas cuevas, que hoy en día están consideradas como el mejor legado del arte hindú antiguo. Pero siendo llamativa esta faceta, el principal atractivo de las 30 cuevas de Ajanta reside principalmente en las pinturas, lo cual constituyó una verdadera sorpresa para los arqueólogos. Y es que el arte hindú era famoso por su riqueza arquitectónica y escultórica, pero no se sabía que tuviera una tradición pictórica, y mucho menos con este nivel de refinamiento. Para salvaguardar y dar a conocer la riqueza de los frescos de Ajanta se encargó a la Madras Army la protección de las cuevas, mientras algunos especialistas copiaban las pinturas más importantes o mejor conservadas. La réplica de los murales se prolongó durante seis años y cada copia era concienzudamente revisada antes de ser enviada al Reino Unido. Una vez terminado el trabajo, se procedió a dar una capa de barniz a todos los frescos con la intención de protegerlos. Por desgracia, este tratamiento dañó aún más las pinturas. De las 30 cuevas de Ajanta cinco son templos y el resto monasterios. Todas las pinturas narran escenas de la vida de Buda. El material empleado para ellas se realiza a partir de una base de pasta de barro con colorantes naturales que después se aplica con la técnica del temple. Ajanta fue reconocida como Patrimonio Histórico de la Humanidad por la UNESCO, y sobre ella pesa una leyenda que la hace mucho más enigmática. Dice ésta que las copias de las pinturas que los Casacas Rojas realizaron fueron pasto de las llamas en el incendio que asoló el museo donde se exhibían en Inglaterra. Tan sólo se salvaron cinco, que fueron trasladadas al Indian Museum, donde residían otras copias más modernas realizadas por los estudiantes de la Escuela de Arte de Bombay. Pero un nuevo incendio acabó con todas, como si un extraño maleficio impidiera que estas pinturas pudieran ser admiradas fuera de su entorno. En la actualidad Ajanta goza de altos niveles de protección y sigue siendo objeto de estudio para la comunidad científica mundial. A principios del siglo XX se encomendaron las primeras tareas de conservación a un grupo de artistas indios. En 1918 se encargó la restauración definitiva a dos especialistas italianos que habían participado en la conservación de los murales del Vaticano. Después de cuatro años de intensos trabajos, Ajanta quedó como puede verse en la actualidad, aunque los trabajos de mantenimiento exigen una atención constante. Ajanta, solitaria y silenciosa, escondida entre montañas, en el recodo de un arroyo que fluye a sus pies, evoca la visión de un pasado antiguo, el sueño de unos monjes budistas que excavaban en las rocas para alcanzar el nirvana. Un sueño hecho a base de martillo y cincel, de barro y pigmentos naturales, de oración y meditación hasta transformar la piedra en bellas cuevas. Al penetrar en ellas, el corazón de la montaña baña con su silencio el alma e inunda de paz al visitante. Detrás del seudónimo Nómada se esconde un aficionado a la fotografía e inefable trotamundos. Los artículos de la serie "Diario de un fotógrafo Nómada" se publican normalmente el primer miércoles de cada mes. |
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